Tras el lente: Un viaje al Valle de Tinajas en busca de aves únicas

En el corazón del Perú, donde la aridez del paisaje desértico choca con la abundancia inesperada de vida silvestre, se encuentra la Quebrada de Tinajas, un lugar que desafía las expectativas y recompensa al explorador con un caleidoscopio de sorpresas. Lo que alguna vez fue para mí una tierra inhóspita y desconocida, se transformó en el escenario perfecto para un viaje inolvidable lleno de descubrimientos.

El inicio de una travesía

Hace años, mi relación con la Quebrada de Tinajas comenzó de manera práctica, casi desapasionada. Junto con mi hermana, explorábamos la zona en busca de oportunidades de inversión. Más tarde, acompañado por Alicia, visité los condominios Bahía, un grupo de casas diseñadas con acabados sobrios que se mimetizan con el entorno árido de las partes bajas de la quebrada. Nunca imaginé entonces que más allá de la sequedad y las piedras, este paisaje albergara un oasis de verdor y diversidad en sus alturas.

La idea de volver, pero esta vez con una cámara en mano y los ojos bien abiertos a la naturaleza, fue transformadora. Lo que encontré en esta ocasión superó todas mis expectativas.

La vista del Valle de Tinajas, con la parte seca con casitas en la distancia y el inicio de la vegetación aguas arriba de la Cantera

El recorrido hacia las alturas

El viaje comienza en Cieneguilla, cruzando el río Lurín por un camino afirmado que poco a poco escala la quebrada. Al principio, el paisaje es desolador: seco, árido y aparentemente sin vida, con algunas excepciones como el Minero Gris y el Cernícalo, que se posan en los postes que delimitan propiedades dispersas. El terreno, plagado de piedras, pone a prueba al viajero y obliga a reducir la presión de las llantas, marcando la primera señal de que esta aventura no será sencilla.

A medida que el camino zigzaguea por la quebrada, lo inhóspito da paso a pequeños indicios de vida. Una cantera marca el punto de transición, donde la vegetación comienza a abrirse camino. Aquí, entre matorrales y cactus, nos topamos con escenas cautivadoras: un Halcón Aplomado acosado por cernícalos y un par de Perdices Andinas, que cruzaron fugazmente nuestro camino, regalándonos un breve momento para capturarlas con la cámara.

Inesperado encuentro con una Perdiz Andina

El cambio se hace más notorio al superar los 1,000 metros de altitud. Aparecen arbustos, algunos árboles y cactus candelabros monumentales, cuya altura imponente supera los tres metros. Este paisaje se torna escenario de encuentros con colibríes como el Cora, el Oasis y el Fanny, además de un Tijeral Listado que se convirtió en otro "lifer" memorable.

El paisaje verde dominado por los Cactus Candelabro nos sorprende repentinamente

Aves emblemáticas y hallazgos inesperados

El ascenso culmina alrededor de los 1,800 metros, donde el paisaje se transforma por completo. Aquí, el valle se viste de verde, recordando a las Lomas en su época más fértil. Nuestra misión en esta zona era clara: buscar dos objetivos clave, la Bandurrita de Garganta Blanca y la Perlita del Marañón.

La Bandurrita fue la primera en aparecer, gracias al oído agudo de Andrés Urfano, un joven experto en aves. Aunque esta casi endémica se mostró inicialmente cooperativa, desapareció entre los matorrales antes de que lograra una fotografía clara. La frustración fue breve, ya que el lugar ofrecía abundantes chiscos y, más tarde, un emocionante encuentro con un Torito de Pico Amarillo, un Fringilo Inca Grande y un Fringilo de Pecho Negro, que se posaron perfectamente para mi lente en una escena de puro deleite fotográfico.

Un Torito de Pico Amarillo que me regaló momentos hermosos

Un Fringilo Inca Grande, endémico de Perú, posa para la cámara como un verdadero divo

Sin embargo, la cúspide del día llegó con un grito que atravesó el valle: "¡Ismaeeeel!" Era la Perlita del Marañón, una especie endémica en el extremo sur de su distribución. Corrí cuesta abajo hacia ella, logrando capturarla junto a su pareja en una exhibición que parecía coreografiada especialmente para nuestros lentes. Fue un momento mágico, el cierre perfecto para un día redondo.

La Perlita del Marañon redondea una jornada fantástica!

Una recomendación para aventureros

El Valle de Tinajas no solo ofrece oportunidades para observar aves raras y añadir "lifers" a la lista, sino que también regala una experiencia sensorial única. Desde la aridez desafiante de sus partes bajas hasta el sorprendente verdor de sus alturas, este rincón de Perú invita a todo amante de la naturaleza y la fotografía a explorarlo con respeto y curiosidad.

Para quienes estén dispuestos a enfrentar un terreno irregular y descubrir la vida que florece en los lugares menos esperados, este viaje es una auténtica joya. No es solo una aventura de un día; es un recordatorio de que la paciencia, la dedicación y un lente bien enfocado pueden revelar maravillas que de otro modo permanecerían ocultas.

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Siguiendo a mis queridos Ostreros